viernes, 30 de abril de 2010

La peor de todas


Juana Inés de la Cruz,
Cuando contemplo las puras luminarias allá arriba,
No palabras, estrellas deletreo,
Tu discurso son cláusulas de fuego.

Octavio Paz

Juana Inés de Asbaje nació en San Miguel Nepantla, México,  el 17 de abril de 1651. En aquella época sólo los hombres asistían al colegio. Las mujeres de la corte tenían maestras que les daban clases particulares. Así, Juana, de sangre española y criolla, aprendió a leer y a escribir. A los 6 años, Juana le hizo un extraño pedido a su madre:

Vísteme de varón. Quiero ir a la Universidad.

Su pedido para asistir a la Real y Pontificia Universidad de México le fue negado. Pero Juana siguió estudiando a escondidas. Con 12 años y gracias a un amigo de la familia, conoció las grandes bibliotecas de la capital. Ahí descubrió las obras de Calderón de la Barca, de Góngora, las historias de las Indias y tantos otros. Aprendió latín, vasco, portugués y nahuatl. Su fama como poetisa la acercó a los Virreyes de España, pero los religiosos y seglares la acusaron de estar inspirada por el demonio:

¡Esa tiene cabeza de hombre en cuerpo de mujer! 


Sólo el aprecio de los Virreyes impidió que cayera en manos de la Inquisición. Pero
cuando éstos regresaron a España, Juana quedó desamparada. Su confesor la convenció de entrar a la vida religiosa.

En el convento, cantaba en el coro y escribió un tratado teórico sobre música. Componía villancicos y hacía poesía. Casi no dormía por estudiar astronomía. Hasta aprendió a cocinar, creando sus propias recetas. Juana solía decir:

Hasta guisando se pueden descubrir secretos de la naturaleza. Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.

Por  un comentario sobre el famoso sermón del Padre Antonio Vieyra “Las finezas del Amor de Cristo” donde demostró errores a partir de la mejor teología católica fue llevada a juicio: La calificaron de pecaminosa. Ella defendió como mujer su derecho al conocimiento. Los obispos la obligaron a arrepentirse en público:

No respeta a la Iglesia. Ahora hasta letra de hombre tiene.  Se baña desnuda, tengo pruebas.   ¡Avergüénzate de lo que escribes, que mucho cantas a lo humano y muy poco a lo divino!!

Deprimida y amenazada, Juana hizo una confesión general firmada con su propia sangre.

A todas las mujeres pido perdón por Amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor de todas, Juana Inés de la Cruz.

Juana tuvo que dejar la poesía, sus estudios y experimentos científicos, y se entregó por entero a cuidar a las víctimas de la peste que por aquellos años azotaba México. Se contagió y el 17 de abril de 1695, con 44 años, murió. Fue sepultada en una fosa común.

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