jueves, 18 de febrero de 2010

Cobran vida cuadros de Rangel Hidalgo y florea el grillito cantor con el Ballet Folklórico Universitario

Por Abraham García González

Inició la décima temporada del Ballet Folklórico de la Universidad de Colima. Y como parte del primero de tres programas distintos que presentarán hasta mayo, en su segunda función rindieron de nuevo en el Teatro Universitario un particular homenaje al artista colimense, Alejandro Rangel Hidalgo, y al célebre cantautor infantil, más mexicano que veracruzano, Francisco Gabilondo Soler, Cri-Crí.

Los ángeles prehispánicos de Rangel salieron de sus marcos en la pared y se plantaron en el escenario del Universitario para danzar al compás tribal del conjunto de percusiones. Con el colorido de los atuendos, con la gracia de sus movimientos, y con la mística que habrá inspirado a Rangel para pintarlos, es posible que aquéllos ángeles despertaran en muchos de los presentes esa incontestable pregunta que todo mexicano se ha hecho en algún momento: ¿Qué habría sido diferente si los españoles no hubiesen despojado a nuestro pueblo de gran parte de las tradiciones y costumbres (en éste caso artísticas) de nuestros primeros próceres?

En una reminiscencia a las pasadas fiestas decembrinas, el canto a capella de unos pastorcillos fue la apertura para que el cuadro rangeliano del Nacimiento Colimote cobrara vida con la picardía del diablito sonsacador y los tradicionales bailes regionales, para culminar con el momento solemne en que nace el niño Jesús. 
El cierre de programa con Cri-Crí era sin duda era lo más esperado de la tarde, pues era la oportunidad para regresar diez, veinte, treinta o hasta cuarenta años en el tiempo (según la edad del público adulto presente) y significaba la vuelta de una época inocente en la que todo se hacía con juegos, canciones, sonrisas y mucha imaginación. Una linda época que muchos padres recordaron y compartieron con sus hijos a través de la música del grillito cantor y del ballet universitario, cuando representaron, con las coreografías de Rafael Zamarripa, las historias de La muñeca fea, El chorrito o La olla y el comal.

Como en todo evento que involucre a Cri-Crí, se hicieron presentes escenas clásicas, como la del público vitoreando al ritmo de las canciones, o aquella en la que una madre regañona reprende al hijo pequeño por acercarse demasiado al escenario para “molestar” a los músicos del foso cuando en realidad no causa incomodidad alguna porque todos… todos están contagiados con el ritmo del Negrito Bailarín, o conmovidos al escuchar la letra de Di ¿por qué?

Como es usual, el Ballet Folklórico y su ensamble musical probaron su calidad en escena y dejaron satisfecha a una audiencia que hasta se levantó de sus asientos para retribuirles la función con aplausos. Sin embargo, y aunque claramente hay ocasiones en que no se puede complacer a todo mundo, cuando se toma a Francisco Gabilondo Soler para una puesta en escena (ya sea para una representación teatral o bailable), hay temas que simplemente no pueden ser objeto de omisión, como fueron El ratón vaquero, La patita, o el propio tema de Cri Crí.

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