Por Abraham García González
Los ángeles prehispánicos de Rangel salieron de sus marcos en la pared y se plantaron en el escenario del Universitario para danzar al compás tribal del conjunto de percusiones. Con el colorido de los atuendos, con la gracia de sus movimientos, y con la mística que habrá inspirado a Rangel para pintarlos, es posible que aquéllos ángeles despertaran en muchos de los presentes esa incontestable pregunta que todo mexicano se ha hecho en algún momento: ¿Qué habría sido diferente si los españoles no hubiesen despojado a nuestro pueblo de gran parte de las tradiciones y costumbres (en éste caso artísticas) de nuestros primeros próceres?
En una reminiscencia a las pasadas fiestas decembrinas, el canto a capella de unos pastorcillos fue la apertura para que el cuadro rangeliano del Nacimiento Colimote cobrara vida con la picardía del diablito sonsacador y los tradicionales bailes regionales, para culminar con el momento solemne en que nace el niño Jesús.
El cierre de programa con Cri-Crí era sin duda era lo más esperado de la tarde, pues era la oportunidad para regresar diez, veinte, treinta o hasta cuarenta años en el tiempo (según la edad del público adulto presente) y significaba la vuelta de una época inocente en la que todo se hacía con juegos, canciones, sonrisas y mucha imaginación. Una linda época que muchos padres recordaron y compartieron con sus hijos a través de la música del grillito cantor y del ballet universitario, cuando representaron, con las coreografías de Rafael Zamarripa, las historias de La muñeca fea, El chorrito o La olla y el comal.
Como en todo evento que involucre a Cri-Crí, se hicieron presentes escenas clásicas, como la del público vitoreando al ritmo de las canciones, o aquella en la que una madre regañona reprende al hijo pequeño por acercarse demasiado al escenario para “molestar” a los músicos del foso cuando en realidad no causa incomodidad alguna porque todos… todos están contagiados con el ritmo del Negrito Bailarín, o conmovidos al escuchar la letra de Di ¿por qué?
Como es usual, el Ballet Folklórico y su ensamble musical probaron su calidad en escena y dejaron satisfecha a una audiencia que hasta se levantó de sus asientos para retribuirles la función con aplausos. Sin embargo, y aunque claramente hay ocasiones en que no se puede complacer a todo mundo, cuando se toma a Francisco Gabilondo Soler para una puesta en escena (ya sea para una representación teatral o bailable), hay temas que simplemente no pueden ser objeto de omisión, como fueron El ratón vaquero, La patita, o el propio tema de Cri Crí.
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