Por Abraham García González
La noche del pasado sábado fue de ganadores en la Pinacoteca Universitaria, pues siete jóvenes pianistas, distinguidos por obtener un título o mención en Monterrey dentro del Tercer Concurso Nacional de jóvenes pianistas Parnassos, tocarían para el auditorio colimense.
Como si fuera el crescendo en una composición, aparecerían, uno a uno, los jóvenes según su edad, de menor a mayor. Fue sencilla pero meritoria la interpretación de Mozart y Manuel M. Ponce en manos del jovencito Diego Iván Centeno González, quien seguramente inicia su experiencia como concertista.
La jovencita Mariana Domínguez Buylla, quien fuera la única concertista fémina, se ganó con gracia y habilidad al público presente mediante su rendición a Chopin. Es de notar lo relajada y distendida que se le veía antes y durante su ejecución.
Los dedos de Maksym Dobrushkin, hijo de su maestro, el doctor Gleb, acapararon las miradas del público, pues en su interpretación de La Danza de las brujas de McDowell se movían a gran velocidad, con la precisión de un reloj suizo.
Isaac Rico Mauries, quien ejecutara el Preludio y Fuga en si Bemol menor de Bach con una evidente y sólida inspiración, bromeaba en el acceso de la Pinacoteca con sus colegas concertistas, previo al inicio de la velada. ¿Un modo de liberar tensión, quizás? Lo cierto es que su interpretación de ésa pieza en especial, fue de lo más retribuido por el público.
Sin embargo, Ramsés Peña Díaz, ganador del primer lugar en su categoría, y acreedor en el concurso a un premio especial a mejor interpretación de una obra mexicana, dejó atónito al auditorio con el tercero y cuarto movimiento del la sonata número tres del inconfundible Ludwig Van Beethoven.
Santiago Lomelin Urrea tocó con la elegancia y soltura que lo llevara a compartir el escenario del Teatro Hidalgo con la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes hace casi dos años. En su interpretación de la composición de Chopin dio muestra de su continuo perfeccionamiento como pianista.
Es entendible que cuando se atiende a un concierto de este tipo, la gente quiera, única y exclusivamente, escuchar a quien se planta en el escenario, pero al realizarse en un sitio público, se sobreentiende que es imposible controlar los posibles ruidos del entorno, ya sea ocasionados por estornudos involuntarios o por los despistados que llegan tarde a la cita. Sin embargo, es reprobable un incidente como el ocurrido, cuando alguien de la audiencia intentó silenciar el obturador de un fotógrafo… ¡con más ruido! La escena hizo reaccionar a la audiencia con risas contenidas. A pesar de todo, habría que mantener cierto orden y tolerancia, pues situaciones así, podrían afectar el desenvolvimiento de quien(es) ofrece(n) el recital.
Finalizada la demostración musical, Mario Rendón y Lozano, director del Instituto Universitario de Bellas Artes, reconoció públicamente los talentos de cada uno de los concertistas.
La noche del pasado sábado fue de ganadores en la Pinacoteca Universitaria, pues siete jóvenes pianistas, distinguidos por obtener un título o mención en Monterrey dentro del Tercer Concurso Nacional de jóvenes pianistas Parnassos, tocarían para el auditorio colimense.
Como si fuera el crescendo en una composición, aparecerían, uno a uno, los jóvenes según su edad, de menor a mayor. Fue sencilla pero meritoria la interpretación de Mozart y Manuel M. Ponce en manos del jovencito Diego Iván Centeno González, quien seguramente inicia su experiencia como concertista.
La jovencita Mariana Domínguez Buylla, quien fuera la única concertista fémina, se ganó con gracia y habilidad al público presente mediante su rendición a Chopin. Es de notar lo relajada y distendida que se le veía antes y durante su ejecución.
Los dedos de Maksym Dobrushkin, hijo de su maestro, el doctor Gleb, acapararon las miradas del público, pues en su interpretación de La Danza de las brujas de McDowell se movían a gran velocidad, con la precisión de un reloj suizo.
Isaac Rico Mauries, quien ejecutara el Preludio y Fuga en si Bemol menor de Bach con una evidente y sólida inspiración, bromeaba en el acceso de la Pinacoteca con sus colegas concertistas, previo al inicio de la velada. ¿Un modo de liberar tensión, quizás? Lo cierto es que su interpretación de ésa pieza en especial, fue de lo más retribuido por el público.
Sin embargo, Ramsés Peña Díaz, ganador del primer lugar en su categoría, y acreedor en el concurso a un premio especial a mejor interpretación de una obra mexicana, dejó atónito al auditorio con el tercero y cuarto movimiento del la sonata número tres del inconfundible Ludwig Van Beethoven.
Santiago Lomelin Urrea tocó con la elegancia y soltura que lo llevara a compartir el escenario del Teatro Hidalgo con la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes hace casi dos años. En su interpretación de la composición de Chopin dio muestra de su continuo perfeccionamiento como pianista.
Es entendible que cuando se atiende a un concierto de este tipo, la gente quiera, única y exclusivamente, escuchar a quien se planta en el escenario, pero al realizarse en un sitio público, se sobreentiende que es imposible controlar los posibles ruidos del entorno, ya sea ocasionados por estornudos involuntarios o por los despistados que llegan tarde a la cita. Sin embargo, es reprobable un incidente como el ocurrido, cuando alguien de la audiencia intentó silenciar el obturador de un fotógrafo… ¡con más ruido! La escena hizo reaccionar a la audiencia con risas contenidas. A pesar de todo, habría que mantener cierto orden y tolerancia, pues situaciones así, podrían afectar el desenvolvimiento de quien(es) ofrece(n) el recital.
Finalizada la demostración musical, Mario Rendón y Lozano, director del Instituto Universitario de Bellas Artes, reconoció públicamente los talentos de cada uno de los concertistas.
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