Por Teresa Valdés Betancourt*
Nuevo contorno exhibió el Ballet Folclórico de la Universidad de Colima al inaugurar la temporada del 2010 con un espectáculo donde, al decir del propio director Maestro Rafael Zamarripa, se demuestran los niveles alcanzados en la preparación, energías, sentimientos y capacidades del conjunto.
El público expectante agradecía con aplausos cerrados las interpretaciones que matizaron el programa “Joyas de México” donde se rinde merecido homenaje a dos hombres de la cultura nacional, el pintor colimense Alejandro Rangel Hidalgo y el compositor veracruzano Francisco Gabilondo Soler (Cri Cri).
Los dos momentos del programa se diferencian como individualmente sus creadores. En ambos se aúnan a la interpretación de bailarines, otras manifestaciones artísticas que enriquecen la presentación, de las cuales quiero destacar la confección del vestuario. La estructura de los colores utilizados en los atuendos, combinados eficientemente en la confección de cada traje contribuyó a la integración de la escenografía con la dramaturgia, promovida por la coreografía en el movimiento de las parejas. Juntos propiciaron hacer real la evocación a la obra pictórica de la propuesta de Rangel Hidalgo.
La presencia de las mujeres como Ángeles Prehispánicos con movimientos seguros, precisos y estéticos para cada interpretación de las solistas, no dejan espacio para nadie más: Mujer de rojo. Mujer de Oro. Mujeres con símbolos y coloridos con esencia y presencia para no olvidar.
En el Canto de Pastores y el Nacimiento Colimote, la parsimonia de los movimientos deja un fuerte sabor religioso católico poco frecuente en las presentaciones y programas del Ballet Folklórico de la Universidad de Colima, que se identifica precisamente, por propiciar y enriquecer el conocimiento de la identidad cultural mexicana, tan lastimada por la conquista e imposición hispánica.
El segundo momento de “Joyas de México” es un salto a la realidad de la segunda mitad del siglo XX. Con una nueva forma, dinámica y atrayente. La onda retro de otras manifestaciones artísticas contemporáneas adquiere en esta ocasión, un nuevo tono de la compañía.
Una generación cuyos cantos infantiles transcendieron a la conciencia social por su calidad y calidez. El Cri Cri, grillito cantor, del veracruzano Gabilondo Soler, arrancaba remembranzas, emociones y sonrisas al público, ante el ritmo acoplado del coro y el cuerpo de baile donde nuevamente el vestuario lució sus galas en el uso adecuado de los diferentes modelos, femeninos y masculinos, identificativos de ciertas décadas del siglo XX.
La coreografía del maestro Rafael Zaparripa encontraba sitio seguro en la utilería y la escenografía con amplios recursos imaginativos que fueron asegurados por la excelente interpretación individual de la Muñeca Fea, del pensador juvenil en Di por qué, por el conjunto con los zapatos volantes.
Quiero recordar algunos elementos de la declaración de la UNESCO , en 1982 sobre la importancia de la cultura:
“Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella… (cada persona)… se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.”
Corresponde a quienes realizan la creación artística el rol muy especial, de la trasmisión de la cultura para que llegue a la población en sus diferentes estamentos.
Con esta nueva temporada del 2010, nuevamente el Ballet Folclórico de la Universidad de Colima ratifica sus experiencias y en cada programa, aporta esos nuevos elementos para el debate y el deleite espiritual.
Nuevo contorno exhibió el Ballet Folclórico de la Universidad de Colima al inaugurar la temporada del 2010 con un espectáculo donde, al decir del propio director Maestro Rafael Zamarripa, se demuestran los niveles alcanzados en la preparación, energías, sentimientos y capacidades del conjunto.
El público expectante agradecía con aplausos cerrados las interpretaciones que matizaron el programa “Joyas de México” donde se rinde merecido homenaje a dos hombres de la cultura nacional, el pintor colimense Alejandro Rangel Hidalgo y el compositor veracruzano Francisco Gabilondo Soler (Cri Cri).
Los dos momentos del programa se diferencian como individualmente sus creadores. En ambos se aúnan a la interpretación de bailarines, otras manifestaciones artísticas que enriquecen la presentación, de las cuales quiero destacar la confección del vestuario. La estructura de los colores utilizados en los atuendos, combinados eficientemente en la confección de cada traje contribuyó a la integración de la escenografía con la dramaturgia, promovida por la coreografía en el movimiento de las parejas. Juntos propiciaron hacer real la evocación a la obra pictórica de la propuesta de Rangel Hidalgo.
La presencia de las mujeres como Ángeles Prehispánicos con movimientos seguros, precisos y estéticos para cada interpretación de las solistas, no dejan espacio para nadie más: Mujer de rojo. Mujer de Oro. Mujeres con símbolos y coloridos con esencia y presencia para no olvidar.
En el Canto de Pastores y el Nacimiento Colimote, la parsimonia de los movimientos deja un fuerte sabor religioso católico poco frecuente en las presentaciones y programas del Ballet Folklórico de la Universidad de Colima, que se identifica precisamente, por propiciar y enriquecer el conocimiento de la identidad cultural mexicana, tan lastimada por la conquista e imposición hispánica.
El segundo momento de “Joyas de México” es un salto a la realidad de la segunda mitad del siglo XX. Con una nueva forma, dinámica y atrayente. La onda retro de otras manifestaciones artísticas contemporáneas adquiere en esta ocasión, un nuevo tono de la compañía.
Una generación cuyos cantos infantiles transcendieron a la conciencia social por su calidad y calidez. El Cri Cri, grillito cantor, del veracruzano Gabilondo Soler, arrancaba remembranzas, emociones y sonrisas al público, ante el ritmo acoplado del coro y el cuerpo de baile donde nuevamente el vestuario lució sus galas en el uso adecuado de los diferentes modelos, femeninos y masculinos, identificativos de ciertas décadas del siglo XX.
La coreografía del maestro Rafael Zaparripa encontraba sitio seguro en la utilería y la escenografía con amplios recursos imaginativos que fueron asegurados por la excelente interpretación individual de la Muñeca Fea, del pensador juvenil en Di por qué, por el conjunto con los zapatos volantes.
Quiero recordar algunos elementos de la declaración de la UNESCO , en 1982 sobre la importancia de la cultura:
“Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella… (cada persona)… se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.”
Corresponde a quienes realizan la creación artística el rol muy especial, de la trasmisión de la cultura para que llegue a la población en sus diferentes estamentos.
Con esta nueva temporada del 2010, nuevamente el Ballet Folclórico de la Universidad de Colima ratifica sus experiencias y en cada programa, aporta esos nuevos elementos para el debate y el deleite espiritual.
*Maestra en Ciencias de la Comunicación
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